La mujer camina en su evolución

La mujer camina en su evolución, adquiere personalidad día por día, anda y se esfuerza, aborda de frente los problemas, da cara a la vida.
Frente a este cambio femenino, el hombre se aterra y añora melancólicamente los tiempos en que ellas no tenían más ideal que atender sus exigencias exóticas y domésticas. En algunos tipos exaltados el asombro se torna en reacción aguda de odio y rencor: su dignidad de gallo no puede permitir que la mujer –una mujer- no agote su existencia en la servidumbre de sus deseos. Es la cosa que se nos hace de pronto persona.

Esto explica algunos crímenes llamados pasionales, que no el amor.
Antes el hombre tenía celos de otro hombre: Ahora los va teniendo de ese ideal que la mujer vive a sus espaldas.
Contra esto sólo se nos ocurre un remedio: comunidad de ideales, integración espiritual de sus vidas.

Es preciso que el hombre se dé cuenta de que a la mujer de hoy no se la puede ya conquistar con la promesa de un porvenir económico y social seguro y descansado. La mujer ha descansado durante mucho tiempo, y ahora sale de su sábado, y con plenas energías, con magníficos anhelos, para construir su mundo. Y esta mujer nueva no reniega, ni siente rencor por el hombre, pues que no se siente esclavizada a él.

Pero se le exige un espíritu digno del suyo: sí se le pide (en vez del mefistotélico collar) un ideal que de perspectiva a sus vidas, unidad efectiva a su unión.
Y ha sido tan rápido el viraje de la mujer en sus exigencias que el hombre, descentrado, inadaptado, no sabe –generalmente- o no quiere colmarlas. ¡Pero al menos que no nos maten!

María Zambrano

El liberal, 25 de Octubre 1928, p.3

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