Los hijos y el concepto de Régimen de visitas

De todos es sabido que ante las situaciones de separación, divorcio o nulidad, se imponen una serie de reglas pactadas por los progenitores o impuestas por un juez, que vienen a regular el tiempo que el progenitor no custodio debe de pasar con sus hijos. Lo más importante es que antes de llegar a esta situación, los padres hayan sabido resolver de manera eficaz el conflicto, con el objetivo de que los menores se puedan adaptar con éxito a esta nueva etapa.

Lo que sí debemos de tener en cuenta es que las situaciones de divorcio, ya sean de mutuo acuerdo o contenciosas, viene a resolver una situación de crisis que se estaba produciendo en el ámbito familiar y que de alguna manera afectaba al interés superior de los menores. En esa misma línea, hay que procurar ofrecerles un hogar estable y un nuevo estilo de vida basado en acuerdos centrados en sus necesidades educativas, emocionales y de salud. La relación que ambos progenitores, por separado, tengan con sus hijos van a ser vitales en la construcción de su identidad, ya que sentarán las bases de nuestro "ser" como personas.

La realidad es que al romperse la relación, se rompe el hogar, y por consiguiente la convivencia. Uno de los progenitores tiene que abandonar la vivienda y se convierte en el "no custodio" viéndose sometido a la imposición de un calendario que determina cuando y donde tiene que disfrutar de sus hijos. Los legisladores determinan que debe de ser así, ya que la excesiva flexibilidad puede acusar problemas en la reorganización de las actividades de los menores.

Desde mi punto de vista, volvemos al principio del beneficio o interés superior de los menores, que debe de prevalecer por encima de los intereses de los padres, por lo tanto, a quienes se les impone el régimen de visitas es a los niños con su progenitor no custodio, no al contrario. Al visitarme mis hijos a mí, estos me dan derecho a que yo pueda ser partícipe de sus procesos de salud, educativos, de control de sus relaciones interpersonales y en definitiva de "vigilancia" del desarrollo de su personalidad.

Volviendo al concepto de "régimen de visitas", entiendo que es una construcción social que nace de esa necesidad de resolver desavenencias originadas en las relaciones familiares, y que a mi juicio, tiene unas connotaciones que chocan con los sentimientos, el amor y la libertad de los hijos y los padres a verse cuando y donde quieran. Como diría Matías Prats, "permítanme que insista", pero debemos de pensar sobre dicho concepto y cambiarlo por otro donde la doctrina lo conciba como un medio idóneo para fortalecer el afecto y las relaciones de los hijos con su padre o madre no custodio.

Tanto las convenciones internacionales, como la legislación y la jurisprudencia de distintos países le dan a las relaciones entre padres e hijos un carácter inalienable, abarcando las manifestaciones de afecto, de trato continuo y comunicación permanente.

Las relaciones entre los hijos con sus padres no custodios, se suceden en el hogar, en una familia. Los hijos no van de visita a casa de su padre/madre no custodio, van a su casa, a su dormitorio, a su ducha, su cocina, van a su hogar, las visitas las realizan los amigos y los parientes. Por tanto, es necesario que nos replanteemos un concepto alternativo del régimen de visitas, por otro menos jurídico y más cercano, que defina los momentos de placer que un hijo pasa con su padre o madre. Si me permiten sugiero el de "espacios de convivencia".

Parafraseando al sociólogo Zyugmunt Bauman, tenemos que procurar entre todos, que el arte de romper las relaciones y salir ileso de ellas no supere al arte de componerlas.

Artículo de Pedro Sedano Romera

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El Perdón

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Los Niños del Divorcio

LOS PADRES QUE VAN A SEPARARSE DEBEN DECÍRSELO A LOS HIJOS PARA NO CREAR FALSAS EXPECTATIVAS DE RECONCILIACIÓN Y EVITAR LA SENSACIÓN DE ABANDONO.

La gran mayoría de los divorcios tienen consecuencias traumáticas para la pareja y también para sus hijos. Si bien evitar el daño emocional a los niños resulta una tarea casi imposible, los padres pueden mitigarlo si les explican de forma correcta qué supone la separación y dejan muy claro que:

"Ellos (los hijos) no tienen nada que ver con la ruptura y que no van a ser abandonados"

Mentir y ocultar la próxima marcha del padre o la madre de casa puede tener repercusiones muy negativas en el posterior comportamiento del menor, que puede llegar a culparse de lo sucedido o albergar falsas esperanzas sobre una eventual reconciliación.

La forma en que los padres comunican el divorcio a sus hijos resulta determinante para que la aclimatación a una situación tan complicada sea lo menos dolorosa posible.

Si un niño no ha sido informado con antelación y de repente deja de ver a su padre o a su madre, su primera reacción puede ser imprevisible. Pensará que ha hecho algo que ha disgustado a su padre o a su madre y que esa es la razón por la que se ha ido. O culpará de lo sucedido al miembro de la pareja que se quede con él en la vivienda.

Como norma general, es muy importante que:

 "Ambos padres digan conjuntamente a los niños que han decidido dejar de convivir, transmitiéndoles que sus hijos tienen que tener muy claro que ambos van a seguir ejerciendo sus roles de siempre y que, por tanto, no van a perder a ninguno de los dos"

En la práctica, no resulta tan sencillo. A veces los niños reciben la información demasiado tarde y se tiene que enfrentar súbitamente a una realidad a la que no encuentran explicación. Además, en muchas ocasiones, el impacto emocional de un divorcio no se acaba con la firma de los papeles, sino que se prolonga en el tiempo con conflictos relacionados con la pensión alimenticia o con el régimen de visitas. En este supuesto, los hijos escuchan casi todos los días reproches entre la pareja y algunos asumen por error que tienen que renunciar al padre o a la madre para evitar estas descalificaciones verbales.

DE MUTUO ACUERDO

La asimilación social del divorcio como algo “natural” ha favorecido en España el incremento de las separaciones consensuadas frente a las contenciosas.

Una separación no debidamente anunciada o el llamado divorcio emocional – los padres siguen viviendo juntos a pesar de que ya no se quieren – pueden hacer que un niño alegre esté todo el día triste, que uno muy abierto se cierre a los demás o que uno muy despierto esté casi siempre ensimismado.

SITUACIONES DE “ALTO RIESGO” PARA LOS HIJOS

Estas son las más frecuentes:

NIÑO ESPÍA:
El padre o la madre lo utilizan para conocer la nueva vida del otro. Saber del ex cónyuge a través de los hijos, es uno de los errores que más frecuentemente cometen las parejas ya separadas.

Esta curiosidad lleva a preguntas para conocer qué hacen y qué lugares visitan y si papá o mamá tiene novio o novia. El niño se encuentra ante “un conflicto de lealtad”. Si no contesta, desagrada a quien le pregunta y, si lo hace cree que no gustará o disgustará al otro, creyendo que puede provocar enfrentamientos: haga lo que haga siempre estará mal hecho.

NIÑO DIVIDIDO:
Los padres sienten la necesidad de negar la existencia del otro. Culminada la ruptura son muchos los padres que intentan borrar todo recuerdo de su anterior pareja. Para ello, no le nombra y se ignoran acontecimientos relevantes vividos por el hijo durante su estancia con él o ella. En este caso, las preguntas no existen. Algunos niños aprenden a llevar una doble vida: cuando están con uno es como si no existiera el otro. Les fuerzan a vivir en una realidad dividida. Incluso la negación del otro progenitor se extiende a su familia.

NIÑO COLCHÓN:
Soporta descalificaciones de un progenitor contra el otro y su familia, intentando amortiguar las descalificaciones y, si es necesario, mentirá o se responsabilizará él mismo de las actuaciones paternas o maternas.

NIÑO HIPERMADURO:
Ve sufrir a sus padres y aparentan que la noticia de la separación no les afecta. Creen que sus padres sufrirán más si los ven preocupados y ocultan lo que piensan. El problema es que los padres crean que es una demostración de madurez del hijo y hasta lo valoren de modo positivo, cuando en realidad es nefasta para el hijo.

NIÑO CONFIDENTE:
Los padres le cuentan sus problemas más íntimos de pareja, siendo utilizados como confidentes por uno de los padres. En este caso, al hijo se le hace depositario de detalles, de vivencias íntimas, utilizando al niño como figura de apoyo emocional.

¿QUÉ DECIR, CÓMO DECIRLO?

RUPTURA:
Comunicar que es una decisión conjunta, aunque uno de los dos no quiera separarse. Al considerar que ésta es unilateral rechaza compartir con el otro progenitor la responsabilidad de informar conjuntamente a los hijos. Esta actitud perjudica seriamente a los niños.

INFORMACIÓN:
Es muy importante que los niños los sepan.
Las explicaciones iníciales a los hijos deben ser generales, sin demasiados detalles, y se deben ampliar con el paso del tiempo. El niño debe ser informado cuando la decisión ya está tomada, nunca antes, ya que de lo contrario de genera ansiedad e incertidumbre. Los niños deben ser informados porque están capacitados para comprender la realidad en la que están viviendo.

SIN DETALLES:
Hay que anunciar el cambio con tacto.
Hay frases que nunca deben decirse, como por ejemplo: “Tu padre/madre no me deja quedarme en nuestra casa, me echa de casa”, “tu padre/madre tiene una aventura con otro/a”; o “si a papá o a mamá le importaras, no daría este paso”. Hay que evitar todos los pormenores dolorosos para el niño.

SIN VUELTA A ATRÁS:
Dejar claro que es un paso muy meditado.
Al niño le tiene que quedar claro que no puede hacer nada para cambiar esta decisión, que es una decisión tomada por los padres y que los niños no tienen la posibilidad de cambiarla. Es importante repetirles una y otra vez que la decisión afecta sólo a los padres y que los hijos no son culpables de la ruptura.

CONVIVENCIA: Decir a los hijos con quién se quedarán. A veces, para calmar la ansiedad del niño, se puede caer la tentación de decirle que nada va a cambiar. Esto es un error. Al contrario de lo dicho anteriormente, es necesario hablar precisamente sobre el modo en que la separación de la pareja afectará a sus rutinas y a su vida cotidiana y dejarles claro con quién va a vivir.

SIN VICTIMISMO:
Evitar todo lo posible los dramatismos.
“A partir de ahora solo tengo a mis hijos; ellos son los que me cuidan”, “ahora, hijos míos, nos hemos quedado solitos porque papá/mamá ya no quiere estar con nosotros”. Son ejemplos de actitudes de alto riesgo para la salud psicológica del menor. Frases de este tipo generan un nivel muy alto de ansiedad y confusión y aumentan los sentimientos de inseguridad.

NI BUENOS NI MALOS.
Insistir en que no hay ni víctimas ni culpables.
La decisión de ruptura definitiva debe presentarse a los hijos de común acuerdo. Aunque esto no corresponda con la realidad. Es importante que los padres aparquen sus emociones. De este modo se evita que el niño piense alguna vez que hay un padre bueno y un padre malo.

 SIN FANTASÍAS:
No hay que mentir sobre la separación.
“Tu padre se ha ido de viaje”. Algunos padres ceden ante el sentimiento de lástima y mienten a sus hijos con este tipo de expresiones en la creencia de que de esa manera sufren menos. Sin embargo, con estas actitudes contribuyen sin darse cuenta a dificultar la aceptación de la separación y también la adaptación a una realidad que, cuanto antes se produzca, será mucho mejor.

SIGUEN LOS VÍNCULOS.
El niño tendrá siempre al padre que se va.
Cuando los padres deciden de forma conjunta comunicar la separación a sus hijos deben hacer hincapié en que:

"Se ha extinguido el vínculo de la pareja, pero no el vínculo padre/madre hijo.

Los padres pueden dejar de ser pareja, pero jamás de ser padres"

 

Una madre explica al hijo que de su separación él no es responsable.

Querido hijo:

Aunque estuvimos hablando en casa quisiera reiterarte algunas cosas que para mí son importantes y que deseo que tú las conozcas.

Cuando te mande la semana pasada el SMS que decía “Siento haberte confundido con mi actitud de la última semana, Hasta Siempre” estaba expresándote un sentimiento que, cuando me llamaste al recibir el mensaje, quedamos en que teníamos que hablar despacio.

Y de ello quiero hablar contigo, déjame que te lo explique:

Si tu madre “resucitó” en la primera semana de octubre, fue fundamentalmente por dos razones:

  1. Me siento tremendamente orgullosa de ti. Este orgullo supera a cualquier otro sentimiento.
  2. El que tú puedas cumplir tu deseo de estudiar Periodismo en la Complutense me generaba y genera una gran ilusión. Me veía reflejada en ti. Tú, habías podido cumplir un sueño que yo hace 27 años no pude y de alguna manera a través de ti, yo conseguía cumplir aquella ilusión de juventud.

Quiero intentar explicarte una cuestión (mi separación de tu padre) que estoy convencida que tú mismo experimentaras en cuanto avances en tu vida, encuentres una chica, formes una pareja, entiendas que la pareja, es eso, dos personas que se alinean con el amor como eje, que se comprenden, respetan, son cómplices de pequeñas cosas de la vida, situaciones; pero no olvides todo gira en torno a un sentimiento base: EL AMOR.

Este sentimiento de amor, que explosiona en otros muchos, como te he comentado, es patrimonio exclusivo de la pareja. Nada tiene que ver con terceros: hijos, familia, entorno…

Hay parejas que se rompen y no tienen hijos; se ha roto su amor, su complicidad, su comprensión. Existen circunstancias que ayudan a que ese amor se agote, se acabe, se rompa. Pero lo fundamental, no lo olvides hijo, es como una planta, que hay que regar cada día, si no se muere.

La ruptura es por tanto independiente de si existen hijos o no. En el caso de que existan, se añade más complejidad y lógica dificultad a la ruptura y eso determina que a veces se dilata más en el tiempo. Pero de cualquier modo, lo que tienes que tener claro, que igual que en su día una pareja se forma bajo su libre elección, cuando se rompe, es exclusivamente responsabilidad de la misma, DE NADIE MÁS. Es algo que solo compete a los dos miembros de la pareja, jamás a los hijos. No lo olvides ni por un momento.

Tu madre que te quiere.

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Los "Adolescentes Dictadores", un problema familiar en alza

 

“Se ha vuelto muy egoísta”, “nos somete a sus caprichos y cree que el mundo gira a su alrededor”, “es violento, ha llegado a agredir a su padre…” Frases como éstas dichas por padres y madres desorientados y preocupados, prolongaron el estudio de investigación realizado por los psicoterapeutas del Centro de Terapias y Atención a la Familia, cuyo director es D. Miguel Sánchez Zambrano.

Las familias base de estudio han sido denominadas como “familias con hijos dictadores” en alusión al comportamiento de cierto perfil de adolescentes que comenzó en su momento a crear alarma social no solo entre los padres sino en la población en general.

Alarma justificada al llegar a situaciones extremas, cuando éste de 16 o 17 años acaba dando muerte a sus propios padres. Se trata de un problema desarrollado en el ámbito relacional de la familia en donde el hijo “toma” el poder de la dirección de ésta, tiranizándola, derivando en un comportamiento altamente conflictivo y en donde los padres demandan ayuda al sentirse desbordados y sin recursos para volver a hacerse con la autoridad sustraída por el hijo.

Conclusiones del estudio

En cuanto a las conclusiones fundamentales a que llega el Estudio, se ha comprobado que la edad del joven conflictivo (el 70% son varones), fluctúa entre los 14 y 26 años, siendo la mayoría menores de 18 años y generalmente primogénito, detectándose que en la mayoría de los padres (60%) que sufren este problema se acude a la madres ante cualquier situación de importancia, con lo que es ésta quién, en principio, carga con unos hechos ante los que se siente totalmente desbordada.

Otra característica que destaca en el Estudio es la escasa normativa que los padres establecen en el seno de la familia (los hijos de un tercio de estos padres carecen de normas), y cuando dicha normativa existe (en el 66% de los casos) gira en torno a los estudios o tareas domésticas. Si los hijos no cumplen las escasas normas, la principal consecuencia en el 40% de los casos es “ninguna” o como máximo se le regaña verbalmente. Y es que la mayoría de los padres se declaran “Ignorantes” ante las reglas que deben imponerse al joven y de las consecuencias que debería tener una desobediencia.

Todo esto hace que en el 46% de los casos, el padre se autodescalifique, siendo la autoridad transferida al hijo en la tercera parte de este tipo de familias. Esto confiere al hijo triangulado una posición de poder que el chico puede llegar a ejercer de modo aterrorizante, constatándose que es entonces cuando comienza a surgir la problemática del “hijo dictador”. En cuanto a la situación socio-laboral y económica de la familia, es de resaltar que los padres trabajan más de 8 horas diarias, haciéndolo además el 42% los fines de semana.

Asimismo, la mitad de las madres trabajan fuera de casa, en trabajos medios o cualificados, y lo hacen entre 6 u 8 horas al día. Los ingresos de ellos oscilan entre 300.0, y 600.000 pesetas al mes, mientras que los de ellas varían entre 120.000 y 150.000 pesetas. Además el 26,6% de las familias declaran poseer ingresos añadidos de entre 100.00 y 300.000 pesetas mensuales.
Por último, en cuanto al ocio y como dato significativo, la mayoría de los padres (el 53%) o bien no salen nunca o salen por separado para el disfrute de su tiempo libre, pero nunca lo hacen juntos.

El conjunto de estos datos sugiere a los Psicoterapeutas autores del Estudio la posible dificultad de los padres por mantener su unión como pareja, con lo que la conducta desquiciadora del joven tendría como función, según una posible hipótesis de trabajo, impedir la posible separación.

En cuanto a los problemas concretos que presentan los adolescentes, el consumo de drogas es el detonante general por el cual los padres acuden a consulta. En cuanto se les brinda la oportunidad expresan, además, todo el comportamiento problemático añadido.
Así en más de la mitad de los casos, la falta de respeto del hijo, la mentira y el enfrentamiento violento a los padres son los comportamientos mayoritariamente detectados.

El Estudio concluye, en este apartado, que los problemas más graves de los adolescentes y adultos jóvenes, implica actos agresivos y autodestructivos, abusos de drogas o alcohol, comunicación extravagante y apatía o depresión extrema.

En cuanto a qué hacen los padres tras el comportamiento problemático del hijo, más de la mitad de éstos, el 53% exactamente, discuten entre sí, creándose una gran tensión familiar, opinando la tercera parte, que el motivo del comportamiento del hijo es no haberse ocupado de él lo suficiente, estando largos periodos de tiempo sin verlo, lo que conlleva cierto grado de culpabilidad en una parte significativa de estos padres, culpabilidad que acarrea cierta paralización a la hora de intentar soluciones.

Soluciones intentadas

En cuanto a las soluciones que los padres han intentado, la gran mayoría (o sea el 60%)) sustentan el diálogo con el chico, aunque reconocen que “no sirve para nada” y en la misma proporción creen que “aún podrían hacer algo diferente para poner solución al problema”, reconociendo hasta el 80% encontrarse, a pesar de lo vivido, con fuerzas para intentar nuevas soluciones, pues la mayoría (el 86,6%) reconocen que su hijo puede comportarse de otro modo, manifestando lo cariñoso, sensible, desinteresado que suele ser el muchacho.

Al mismo tiempo son mayoría, el 73%, los que reconocen no hablar nunca con el hijo de lo mucho que éste hace bien, siendo este hecho fundamental , pues “uno de los principios clave en el tratamiento de los adolescentes y sus familias reside en buscar esferas en las que el chico sea diestro y competente…para que así sea percibido como una persona capaz”.

Posibles Soluciones

Ante la posible intervención terapéutica, la totalidad de los padres opinan que ellos necesitan ayuda y con ésta creen poder lograr que el hijo mejore su comportamiento, entendiendo y aceptando el 86% que un cambio en su comportamiento generaría cambios en el hijo.

Con relación a qué metas alcanzar, los padres desean que su hijo sea honrado, no se haga un delincuente, y se motive para hacer algo en la vida.
Como conclusión al Estudio, sus autores opinan que “cada individuo tiene facetas funcionales que podrán expresarse si el contexto cambia (refiriéndose a las relaciones padres-hijos). Así, el problema no reside en el individuo, sino en el contexto relacional, y cambiando éste se permitirá que se expresen otras conductas diferentes y más funcionales y adecuadas del chico”, tal como los propios padres perciben al expresar que si logran cambiar ellos y sus relaciones entre ellos y para con el hijo facilitarán el cambio de éste, siendo por esto que es imprescindible el trabajo terapéutico con los padres, tanto o más que con el propio muchacho.

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La Inteligencia Emocional

Vamos a denominar la "Inteligencia Emocional" (en adelante I.E.) como la "Capacidad que tiene el ser humano de procesar la información emocional para percibir, asimilar, comprender y manejar las emociones" (Mayer y Salorey, 1997).
Sería, pues, conocer lo que "nos dicen" nuestras emociones, interpretando adecuadamente las mismas, cuando éstas se manifiestan, permitiendo ante todo, que verdaderamente se manifiesten.

Conociendo lo que dicha inteligencia significa, proclamo la intención de este artículo, que no es otra que recuperar el prestigio y necesidad de las emociones.

Los denominados Test de Inteligencia, con los que se obtiene el tradicional "Coeficiente Intelectual" (C.I.) miden las habilidades y destrezas intelectuales de la persona, pero éstas, aún existiendo en grado máximo, se muestran manifiestamente ineficaces a la hora de ayudar a quién las posee a resolver lo que llamamos "problemas de la vida".

Esto es, jóvenes con un elevado C.I. presentan con demasiada frecuencia crisis de angustia, pésima relaciones sociales y un largo etcétera que demuestra que la gran inteligencia de dichos jóvenes no les es garantía de felicidad; ni de desarrollo afectivo. Un C.I. elevado, va a servir para sacar bues notas, a veces casi sin estudiar, con el peligro de creer que todo se puede obtener casi sin esfuerzo y el consiguiente riesgo de no desarrollar un umbral adecuado de aceptación de frustraciones.

Pero ese mismo elevado Coeficiente Intelectual no les aportará nada útil para responder con eficacia a los problemas que las relaciones con los demás y con uno mismo les presenta la vida.

El Coeficiente Emocional

Por todo ello es hora de introducir como fundamental el concepto de C.E. (Coeficiente Emocional). Así este coeficiente, relativo a la Inteligencia Emocional, va a incluir habilidades como la capacidad de autoestimarse, la perseverancia o el autocontrol.

En realidad todo podría reducirse a este último concepto, pues la falta de control sobre las emociones es causa de la mayor parte de nuestro sufrimiento.  Más que sentir miedo, sentirnos culpables o sentirnos rechazados, lo que nos desborda es percibir que no tenemos control alguno sobre esos miedos, culpabilidades o rechazos.

Y es que nuestra vida cambiaría si lográsemos valorar en su justa medida que, por ejemplo, cuando nos sentimos atacados por alguien, esa persona que creemos que nos ataca no hace más que protegerse a sí misma (aunque no entendemos de qué y por qué), en absoluto va contra nosotros; e igualmente cuando creemos que alguien nos rechaza  se disparan nuestra desazón y sufrimiento. Deberíamos saber que seguramente dicho rechazo no es "per se" por algo dicho o hecho, sino que al decirlo o hacerlo hemos "tocado", de modo totalmente involuntario, una herida (emocional en este caso) de la otra persona; puede que una herida profunda que ni ella misma reconoce.

Sería algo parecido a cuando un día de playa acariciamos a alguien su espalda quemada por el sol, sin saberlo. Esa persona nos apartará bruscamente, quejándose.

No es nuestra caricia lo que rechaza sino que responde al dolor causado por nuestra mano al tocar involuntariamente su piel quemada.

En otras ocasiones ante la actitud desagradable del otro tendríamos que plantearnos seriamente que, nuestro autentico problema no es hacer que cambie dicha actitud (a veces nos empeñamos en cambiar en nosotros aquello que no nos gusta).
Nuestro auténtico problema sería qué hacer, cómo nos protegemos, cómo organizarnos nuestra vida del mejor modo posible y a pesar del comportamiento inadecuado del otro.

Y qué es todo lo expuesto sino alcanzar una aceptable destreza en el manejo de nuestros sentimientos, procurando la alianza de la razón y la emoción. Los jóvenes actuales tienden al aislamiento y a la falta d disciplina, no soportan la frustración y sus niveles de agresividad se incrementan. Son hechos que padres y profesores vienen denunciando y que corroboran los problemas emocionales conectados directamente con el comportamiento y las relaciones de los chicos.

Padres y educadores se muestran unánimes en la necesidad de cambiar la forma en la que educamos a nuestros jóvenes. Para ello, la educación emocional (conocer, controlar y desarrollar las propias emociones) es fundamental. Se tratará de llegar a armonizar pensamientos, sentimientos-emociones y acciones. Así, la inteligencia aplicada al mundo emocional nos permitirá, por ejemplo, comprender nuestra ira, asumir los temores, potenciar la alegría y dominar los impulsos emocionales, a veces tan destructivos y frustrantes.

Inteligencia Emocional Intra e Interpersonal

El desarrollo de la I.E. abarca dos direcciones: Hacia uno mismo: "I.E. Intrapersonal" y hacia los demás: "I.E. Interpersonal".

La primera comprende todo lo referente al autoconocimiento (conocer nuestras emociones y por supuesto, vivirlas, esto es, no negarlas, ni menos aún reprimirlas). así si al contemplar una escena de una película o leer unas líneas de un libro los ojos se humedecen no apretaré los labios. Al contrario, permitamos a las lágrimas que alcancen la mejilla y vivamos mentalmente (de nuevo la mente al servicio de la emoción) la circunstancia personal con la que emocionalmente he conectado y que es la verdadera autora de esas lágrimas. Así se desarrollará el control de las emociones, que significa tanto permitirlas (como en este caso de la película) como no permitirlas. Si la emoción es sufriente, la consentiré j¡hasta que se desvanezca por si misma, sin alimentarla, para a continuación repararla con otra emoción feliz que sabré provocar y animar.

El otro camino es el de la I.E. Interpersonal , que comprende el mejor conocimiento de las emociones de los demás y de sus comportamientos que provocan que mis emociones se activen.

Si una pareja no funciona en la cama por un problema de eyaculación precoz de él, posiblemente le eche la culpa a ella, y esto, a la mujer le despertará sentimientos de culpabilidad.

Sin embargo es él quién está proyectando su propia autoinculpación y ella tendrá que, una vez "conocido" esto, ver como "comprende" a su pareja (el amor va a jugar una baza definitiva) y como se "protege" de su actitud que en absoluto va contra ella pues no es más que un modo que tiene el hombre de no enfrentarse a su propio problema. El tendrá que ver su problema como algo que puede ser resuelto, controlando (de nuevo la razón toma juego) su impulso hacia el auto desprecio por "no cumplir" que no hace más que bloquear toda posibilidad de solución. En resumen, para el desarrollo de nuestra Inteligencia Emocional va a ser imprescindible la práctica constante, consciente y voluntaria de una ética que ayude a adiestrar nuestro mundo emocional (a veces un tanto "salvaje"), haciendo que expresemos éste de modo más inteligente, justo y bueno. Y ante todo y por encima de todo el dolor y la alegría que a veces, con tanto cuidado, guardamos no se sabe muy bien pare qué o para quién.

Sufrimiento y Felicidad

  No se trata de rechazar el sufrimiento, sino de "recorrer" éste, profundizando así en el conocimiento de uno mismo, eso sí, sin "acomodarse" en él. Tampoco se trata de provocar artificialmente la felicidad, pero sí de motivarla, de incentivarla, no renunciando a nada ni a nadie que la haga brotar y manifestarse en nuestro corazón y por ende en nuestras relaciones y en nuestras vidas.

 

Miguel Sánchez Zambrano
Psicoterapeuta familiar.

 

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Problemas en la relaciones de pareja o con los hijos. ¿Cuándo acudir a un Centro de Terapias especializado?

La familia se fundamenta en la relación de pareja. Si esta es sólida, estable y bien construida, la familia como sistema vivo contará con los recursos suficientes para abordar la complejidad de las relaciones.

Todo empieza en esta frase. Una actitud inadecuada (aunque muy romántica) será si nos creemos, respecto a la persona amada, que necesitamos de su amor para sentirnos completos.

El planteamiento adecuado, sano y crecedor  sería algo así: "yo estoy completo en mí mismo. Soy mi naranja entera, me siento pleno en mi amor propio y quiero compartirlo contigo. Si tu estás en la misma situación, ¡compartamos este amor que sentimos!.

De ese compartir, surgirá, "nacerá" la "primera hija", esto es, la "relación de pareja". Desde ese momento, las matemáticas fallan pues 1+1 ya no será igual a 2, sino a 3; un miembro de la pareja, el otro miembro y la relación nacida entre los dos.

Ésta necesitará todos los cuidados y atención posibles. Cada uno podrá vivir sin el otro. La que no podrá hacerlo será la relación surgida.

A continuación vendrán los demás hijos y entonces una clave fundamental, que rara vez se cumple, será seguir alimentando esa relación, que con frecuencia queda "en pausa". Se "olvida" la relación de pareja, incrementándose a tope la relación como padres. Si así fuere, puede comenzar casi imperceptiblemente una cesión del poder relacional a estos hijos y sucede cuando todo empieza a girar en torno a sus necesidades, olvidando las necesidades que sigue teniendo la relación de pareja. En el peor de los casos (cada vez más frecuente), el hijo va ganando en poder relacional, girando la vida familiar en torno a él, pudiendo llegar a convertirse en un chico "dictador" que puede llegar a amenazar y chantajear a sus padres, con tal de lograr el capricho que desee.

¿Cuándo acudir a Terapia?, sencillamente cuando ambos miembros de la pareja no logren solucionar los problemas que les hacen sufrir, tanto a nivel de su relación, como de la relación con los hijos.

En el primer caso, el trabajo se centrará en erradicar lo que no funciona de cada uno y que hace daño a la relación y al tiempo, potenciar lo mejor de cada uno y dar así nueva vida a la relación. La infidelidad, la violencia física o psicológica, los prontos emocionales... nada de ello es realmente el problema, sino el síntoma de algo más profundo, que será lo que haya que solventar en terapia, siempre que el amor siga estando presente, definiéndose este como "las ganas que yo tengo de que el otro (la otra) se sienta amado por mí".

En cuanto a la conflictividad con el hijo, el trabajo se centrará en que los padres recuperen el control relacional. El hijo ha tomado un poder que no puede ni sabe manejar, estrellándose en su propia vida, sufriendo él y haciendo sufrir a los padres. Ese hijo necesita ayuda y esos padres, la necesitan igualmente y ante todo, para ayudar al hijo a salir del embrollo en que se encuentra.

En el "Centro de Terapias y Atención a la Familia", (homologado-acreditado por la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía), trabajamos con una experiencia acumulada de más de 35 años, bajo los postulados de la Terapia Familiar Sistémica. Un equipo altamente especializado (Psicólogos y Terapeutas, Pedagogos y Educadores, Abogados, Trabajador social...), aborda el amplio abanico de problemas que se dan en la familia: adicciones, fobias, ansiedad, depresión, bajo rendimiento escolar, etc, además de los problemas de pareja o con los hijos.

El Centro ofrece terapias de 3ª generación (Mindfulness y Biodescodificación), así como un Programa completo de terapias Naturales (Quiromasaje, Reiki, Flores de Bach, etc.). Además cuenta con un Programa especifico de atención a personas dependientes y otro de Formación en Terapia Sistémica, habilidades Sociales y Análisis Transaccional, para estudiantes y profesionales. El servicio para orientación a padres y profesores de centros escolares, completa la oferta del "Centro de Terapias y Atención a la Familia", que cuenta con tarifas especiales para estudiantes, desempleados y tercera edad.

Miguel Sánchez Zambrano

Publicado en Ideal el 3 de mayo de 2017

 

 

 

 

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