La familia cristiana, ¿qué familia?

Si consideramos al matrimonio una fiesta amorosa de dos (...) cuyo símbolo espiritual es la Trinidad, donde Dios es padre, pero no varón, Jesús es madre, pero no mujer, y al Espíritu, también se le niega el género, el rechazo a la homosexualidad, por no procreadora o por su igualdad de género, queda sin fundamento teológico.

Divorcio, homosexualidad y otros "asuntos familiares"serán tratados en el próximo Sínodo la Familia. Pretendo reflexionar críticamente, basándome en las Escrituras y mi extensa experiencia de trabajo, como terapeuta de familia.

La Biblia recoge una increíble diversidad de parejas, familias y relaciones, todas agradables a Dios: así Abraham y Sara permanecen sin hijos hasta el final, Jacob los tiene con sus dos esposas y sus dos esclavas. David mantuvo con Jonathan una relación tal que llegó a expresar a éste "más delicioso me fue tu amor que el amor de las mujeres"(2 Samuel 1,26); Ruth y Noemi viven juntas educando a la hija de ésta... Solo una (en S.Pablo) representa el modelo tradicional: monogamia heterosexual con hijos.

El modelo de Jesús lo cuenta Marcos (3,21-31): Jesús está en casa de Pedro, rodeado por la multitud: Llegaron su Madre y hermanos. Alguien avisa: "Tu madre y hermanos te buscan ahí fuera". Jesús reacciona con esta pregunta: "¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?".

Lo aclara mirando a sus discípulos (su nueva familia): "Cualquiera que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre". Está muy claro la familia que él propone y así formará la suya: un grupo de hombres y mujeres unidos por un fuerte afecto , que cumplen la voluntad de Dios.

A Pedro le pregunta hasta tres veces, "¿Pedro, me amas?". Juan se autodenomina "el discípulo amado"; tanto le entristece la muerte de Lázaro que le resucita. Igualmente, Marta y María forman parte de esta familia. Todos se apartan de la acción procreadora, fundamental en aquella sociedad y en la que aún está anclada la Iglesia Católica.

A este tipo de de familia, abierta e igualitaria, todos tenemos opción, sean cuales fueren nuestras identidades sexuales, pues la procreación queda excluida del modelo del Maestro.

El mismo Dios encarna a Jesús en una pareja en la que ella, María, es virgen y madre soltera, pues concibe sin desposar con José que, aceptando no procrear, adopta a Jesús. Una familia muy singular (nada que ver con lo propuesto, hasta hoy, por la Iglesia), basada en la adopción, o sea, elección por amor, quedando ratificada cuando Jesús en su agonía dice a su madre: "Mujer, he aquí a tu hijo" y a Juan: "He aquí a tu madre".

Jesús no hace referencia al hecho "pareja homosexual estable" (no concebible en aquella sociedad), pero da las claves para hoy poder abordarlo. "Hay eunucos que nacieron así del seno materno" reconoce la realidad de los que pueden amar, sin progresarse (identidad homosexual).

Y esto piensa Dios sobre ellos (Isaías 56, 4-5): "Si los eunucos cumplen mi voluntad, yo les dará algo mejor que hijos. Su nombre quedará grabado para siempre en mi Templo". Abiertamente, la Escritura contradice la creencia popular de que la bendición de Dios es la procreativa.

Su mayor bendición es para quien ame y haga su voluntad. Esto es posible para cualquier ser humano, heterosexual u homosexual.

Por tanto, si Dios bendice las parejas que no tienen hijos (María y Jo.sé), enalteciendo la adopción y declara que para formar una familia, es suficiente "amar y hacer su voluntad" (Mc 3, 35), podemos concluir que la familia homosexual va a ser de su agrado y por tanto bendecida por él.

La Iglesia puede dar un giro a la primacía excluyente de la reproducción en el acto afectivo-sexual, pues se violenta su esencial fin: ser camino de crecimiento en el amor entre dos.

Si el factor amoroso ocupara dicha primacía, podrá aceptar el matrimonio entre iguales, en tanto que el cristianismo no se reproduce por la biología , sino por la conversión.

Si además consideramos al matrimonio una fiesta amorosa de dos, atestiguados por un tercero, cuyo símbolo espiritual es la trinidad, donde Dios es padre, pero no varón, Jesús es madre, pero no mujer, y al Espíritu también se le niega el género, el rechazo a la homosexualidad, por no procreadora o por su igualdad de género, queda sin fundamento teológico.

No deberían los monseñores quedar insensibles al sufrimiento, que dicho rechazo ha causado durante siglos y que la Iglesia ha propiciado con pesadumbre condena.

Su responsabilidad es inmensa. El Sínodo puede mostrar al mundo lo "nuevo" que el cristianismo aporta a la sexualidad humana: 1) Esta supera la genitalidad, pues la unión afectivo-sexual tiene dos finalidades: crecer en el amor y procrear. Ninguna es más importante que la otra y cuando la procreación esté imposibilitada (personas estériles u homosexuales) debemos centrarnos en la que si se da: el crecimiento en el amor, 2) El placer en dicha unión es un don de Dios para ser gozado, no para reprimirlo. No somos estoicos, somos cristianos; 3) El fruto del amor entre iguales no puede ser una nueva vida (de ahí su gratuidad). Su fin solo es más amor sin condición procreadora.

Incondicionalidad y gratuidad certifican su procedencia en Dios. En cuanto al divorcio, Francisco, al modificar radicalmente la nulidad matrimonial, facilita al máximo la formalización sacramental de las nuevas parejas, surgidas tras el divorcio. Hay mucho que resolver y millones de personas están afectadas.

Bastaría con hacer vale el "amaos los unos a los otros", como principio regulador de las nuevas familias emergentes. esta es la Buena Noticia que deseamos oír. El Sínodo tiene la palabra.

Miguel Sánchez Zambrano

Publicado en Ideal el 2 de octubre de 2015

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