Los "Adolescentes Dictadores", un problema familiar en alza

 

“Se ha vuelto muy egoísta”, “nos somete a sus caprichos y cree que el mundo gira a su alrededor”, “es violento, ha llegado a agredir a su padre…” Frases como éstas dichas por padres y madres desorientados y preocupados, prolongaron el estudio de investigación realizado por los psicoterapeutas del Centro de Terapias y Atención a la Familia, cuyo director es D. Miguel Sánchez Zambrano.

Las familias base de estudio han sido denominadas como “familias con hijos dictadores” en alusión al comportamiento de cierto perfil de adolescentes que comenzó en su momento a crear alarma social no solo entre los padres sino en la población en general.

Alarma justificada al llegar a situaciones extremas, cuando éste de 16 o 17 años acaba dando muerte a sus propios padres. Se trata de un problema desarrollado en el ámbito relacional de la familia en donde el hijo “toma” el poder de la dirección de ésta, tiranizándola, derivando en un comportamiento altamente conflictivo y en donde los padres demandan ayuda al sentirse desbordados y sin recursos para volver a hacerse con la autoridad sustraída por el hijo.

Conclusiones del estudio

En cuanto a las conclusiones fundamentales a que llega el Estudio, se ha comprobado que la edad del joven conflictivo (el 70% son varones), fluctúa entre los 14 y 26 años, siendo la mayoría menores de 18 años y generalmente primogénito, detectándose que en la mayoría de los padres (60%) que sufren este problema se acude a la madres ante cualquier situación de importancia, con lo que es ésta quién, en principio, carga con unos hechos ante los que se siente totalmente desbordada.

Otra característica que destaca en el Estudio es la escasa normativa que los padres establecen en el seno de la familia (los hijos de un tercio de estos padres carecen de normas), y cuando dicha normativa existe (en el 66% de los casos) gira en torno a los estudios o tareas domésticas. Si los hijos no cumplen las escasas normas, la principal consecuencia en el 40% de los casos es “ninguna” o como máximo se le regaña verbalmente. Y es que la mayoría de los padres se declaran “Ignorantes” ante las reglas que deben imponerse al joven y de las consecuencias que debería tener una desobediencia.

Todo esto hace que en el 46% de los casos, el padre se autodescalifique, siendo la autoridad transferida al hijo en la tercera parte de este tipo de familias. Esto confiere al hijo triangulado una posición de poder que el chico puede llegar a ejercer de modo aterrorizante, constatándose que es entonces cuando comienza a surgir la problemática del “hijo dictador”. En cuanto a la situación socio-laboral y económica de la familia, es de resaltar que los padres trabajan más de 8 horas diarias, haciéndolo además el 42% los fines de semana.

Asimismo, la mitad de las madres trabajan fuera de casa, en trabajos medios o cualificados, y lo hacen entre 6 u 8 horas al día. Los ingresos de ellos oscilan entre 300.0, y 600.000 pesetas al mes, mientras que los de ellas varían entre 120.000 y 150.000 pesetas. Además el 26,6% de las familias declaran poseer ingresos añadidos de entre 100.00 y 300.000 pesetas mensuales.
Por último, en cuanto al ocio y como dato significativo, la mayoría de los padres (el 53%) o bien no salen nunca o salen por separado para el disfrute de su tiempo libre, pero nunca lo hacen juntos.

El conjunto de estos datos sugiere a los Psicoterapeutas autores del Estudio la posible dificultad de los padres por mantener su unión como pareja, con lo que la conducta desquiciadora del joven tendría como función, según una posible hipótesis de trabajo, impedir la posible separación.

En cuanto a los problemas concretos que presentan los adolescentes, el consumo de drogas es el detonante general por el cual los padres acuden a consulta. En cuanto se les brinda la oportunidad expresan, además, todo el comportamiento problemático añadido.
Así en más de la mitad de los casos, la falta de respeto del hijo, la mentira y el enfrentamiento violento a los padres son los comportamientos mayoritariamente detectados.

El Estudio concluye, en este apartado, que los problemas más graves de los adolescentes y adultos jóvenes, implica actos agresivos y autodestructivos, abusos de drogas o alcohol, comunicación extravagante y apatía o depresión extrema.

En cuanto a qué hacen los padres tras el comportamiento problemático del hijo, más de la mitad de éstos, el 53% exactamente, discuten entre sí, creándose una gran tensión familiar, opinando la tercera parte, que el motivo del comportamiento del hijo es no haberse ocupado de él lo suficiente, estando largos periodos de tiempo sin verlo, lo que conlleva cierto grado de culpabilidad en una parte significativa de estos padres, culpabilidad que acarrea cierta paralización a la hora de intentar soluciones.

Soluciones intentadas

En cuanto a las soluciones que los padres han intentado, la gran mayoría (o sea el 60%)) sustentan el diálogo con el chico, aunque reconocen que “no sirve para nada” y en la misma proporción creen que “aún podrían hacer algo diferente para poner solución al problema”, reconociendo hasta el 80% encontrarse, a pesar de lo vivido, con fuerzas para intentar nuevas soluciones, pues la mayoría (el 86,6%) reconocen que su hijo puede comportarse de otro modo, manifestando lo cariñoso, sensible, desinteresado que suele ser el muchacho.

Al mismo tiempo son mayoría, el 73%, los que reconocen no hablar nunca con el hijo de lo mucho que éste hace bien, siendo este hecho fundamental , pues “uno de los principios clave en el tratamiento de los adolescentes y sus familias reside en buscar esferas en las que el chico sea diestro y competente…para que así sea percibido como una persona capaz”.

Posibles Soluciones

Ante la posible intervención terapéutica, la totalidad de los padres opinan que ellos necesitan ayuda y con ésta creen poder lograr que el hijo mejore su comportamiento, entendiendo y aceptando el 86% que un cambio en su comportamiento generaría cambios en el hijo.

Con relación a qué metas alcanzar, los padres desean que su hijo sea honrado, no se haga un delincuente, y se motive para hacer algo en la vida.
Como conclusión al Estudio, sus autores opinan que “cada individuo tiene facetas funcionales que podrán expresarse si el contexto cambia (refiriéndose a las relaciones padres-hijos). Así, el problema no reside en el individuo, sino en el contexto relacional, y cambiando éste se permitirá que se expresen otras conductas diferentes y más funcionales y adecuadas del chico”, tal como los propios padres perciben al expresar que si logran cambiar ellos y sus relaciones entre ellos y para con el hijo facilitarán el cambio de éste, siendo por esto que es imprescindible el trabajo terapéutico con los padres, tanto o más que con el propio muchacho.

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La familia drogodependiente

Después de permanecer los últimos 11 años de mi vida inmerso entre los problemas, muy graves a veces, de los jóvenes y sus familias, quisiera aportaros lo que ellos mismos me han enseñado.
Lo primero ha sido, y quizás os extrañe, dejar de ver la droga como una enfermedad (superado definitivamente el concepto de vicio) y considerarla tal y como se manifiesta en la realidad: como el síntoma de la misma. Este concepto es clave para dar en la diana del problema. Al conseguirlo tomaremos el camino de "comprender la drogodependencia si no, seguiremos en el del sufrimiento que ninguna solución nos aporta.
Ante cualquier tipo de infección, damos más importancia a ésta que a su síntoma (por ejemplo, la fiebre). Si fuese al contrario nos conformaríamos con tomar unas aspirinas y creer que ya estábamos curados. Al cabo del rato, si no hemos atajados dicha infección, estamos como al principio.

Un síntoma

La droga es síntoma de que "algo" va mal (ese "algo" es la "enfermedad" entre el individuo y lo que le rodea, familia, estudios, vida afectiva, etc ... y si la droga empezó cuando no existía ningún tipo de "trastorno relacional", inevitablemente el consumo lo producirá y acabará siendo en definitiva el síntoma del problema que habrá explotado, tras estabilizarse la adicción. En definitiva, vamos a apartar del centro de nuestra atención el síntoma, pues éste desaparece una vez abordada la "infección" que daña a toda la familia y no sólo al joven, que al fin es sólo un miembro.
Ante este concepto de droga, lo primero que ya no cabe es que ningún padre o madre se consideren culpables, pues en todo caso la culpable del síntoma es la enfermedad y ésta la sufre por igual todo el "cuerpo familiar". Ésta es la primera realidad a asumir.
La familia habrá de volcar sus energías no en buscar culpables de "como empezó todo" hace 2 o 5 años. Eso poco importa ahora. Lo realmente importante es: "¿qué está pasando?", "¿cuáles son nuestros comportamientos para que una situación (la drogadicción), no querida por nadie, sea capaz de mantenerse día tras día durante años?". No importa el origen de la infección, sino las bacterias que la mantienen, que es lo que realmente podemos combatir ahora.

Unidos

Será urgente pues tener todo el "cuerpo familiar" unido en torno al hijo y no contra el hijo . No queremos al "padre periférico" que sólo trabaja para la familia pero disgregado de la misma, ni a la madre sobreprotectora que impide que el joven adicto acabe por enfrentarse definitivamente a su realidad. Así para que éste se plantee su propia decisión y no la que sus padres quieren que se plantee, deberá ser "menos hijo" y "más hombre". Un buen método es que los padres sean "menos padres" y "más esposos", y una vez iniciada esta reconstrucción conyugal, abandonada seguro hace años, prepararemos a la pareja para ser "nuevos padres" Éstos habrán de ser "modelos de no droga", esto es, frente a la mentira casi patológica del hijo, la verdad y la coherencia habrán de hacerse presentes.
Queridos padres: no digáis nunca aquellos que sabéis que no vais a cumplir y si lo decís hacedlo aunque os cueste. No sé si es mejor o no echar al hijo de casa cuando llega de la manera que todos sabemos, lo peor es que no lo cumpláis si un día lo amenazáis con hacerlo.

Así el sabrá que os puede manipular. En esta línea no deis un paso sin estar plenamente de acuerdo y además que se os note: el acuerdo, aunque sea doloroso da seguridad y ésta da paz, y eso lo vais a notar todos, también vuestro hijo adicto.

Contemplar

Desde esa unidad, el paso siguiente es "contemplar" a vuestro hijo y no "observarlo".
Al observar os quedáis sólo con una parte. El chico es algo más que un adicto, pero durante años sólo os habéis "centralizado" en su adicción. De los 22 años que tiene sólo lleva 3 en la droga. Entonces es algo más que "drogadicto", los 19 años restantes nos lo están gritando. Os invito a "contemplarlo", intentando no dejarse subyugar por nada en concreto, porque lo importante es la persona como tal. La ley religiosa del pueblo judío obligaba a que la adultera fuera apedreada. Jesús impide el cumplimiento de la ley. El pueblo la "observaba"como pecadora, Jesús la contempló como persona. Desde esta actitud va a ser lógico que los padres dejen de vivir permanentemente "para la droga" y comiencen a vivir trascendiendo el momento presente.
Como conclusión: tenéis derecho a que vuestra familia funciones, que los problemas del resto de los hijos sean atendidos, que la vida conyugal no quede anulada: en definitiva hay que destronar a una sustancia que ha logrado ser  no sólo el eje de toda la vida del joven, sino de toda la familia. No hay derecho a ello.

Prevenir

El problema de muchos padres, la inmensa mayoría, no es que su hijo deje  la droga, sino que llegue a consumirla. Me dirijo a ellos:  el adolescente precisa algo sustancial, necesita estar capacitado, precisa instrumentos para vencer la posible "enfermedad" y que no aparezca el "síntoma". Los necesita para poder gozar y sufrir con tolerancia la frustración, con proyectos de futuro ajustados a su realidad y a sus cualidades personales. Todos los hijos no deben educarse por igual, al igual que todos los pacientes no les va igual de bien el mismo tratamiento.
Y el amor es, sin lugar a dudas, la mejor medicina. Lo que llama la atención de los que estaban cerca de los primeros cristianos no es que se amasen sino el "como se querían". En el "como" está la clave: el mejor antídoto para que el adolescente no se quede en la droga va a ser quererse lo suficiente como para no lastimarse. El mejor aprendizaje va a ser no sólo el que le quieran, sino el sentirse querido y aún más, que el chico sienta que nos interesa su amor. Y junto al amor, la aceptación de sí y de su realidad, comenzando una vez más, por sentirse aceptado tal cual es. El verdadero cambio sólo se hace realidad duradera desde la plena aceptación de todo lo que somos.
A los padres y educadores corresponde la más ilusionante labor educativa: comunicar al joven que puede vivir de otro modo, creador, positivo, amable y feliz con todas las dificultades que se presenten, o sea, integrándolas y no en contra o a pesar de ellas. Eso sí, compartiendo con el joven experiencias vividas por nosotros mismos día a día.
Por último, reivindicar la máxima atención a la formación de dichos padres y educadores. Estos tienen derecho a contar con instrumentos necesarios para una labor más eficaz y para un trabajo más gratificante.
Entre todos, podemos ayudar a construir un nuevo ambiente familiar más relajado y comunicativo, base de la libertad y felicidad de cada individuo. A todos nos incumbe esta tarea.

Miguel Sánchez Zambrano

Publicado en Revista Fiesta 8 de mayo 1994

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