Problemas en la relaciones de pareja o con los hijos. ¿Cuándo acudir a un Centro de Terapias especializado?

La familia se fundamenta en la relación de pareja. Si esta es sólida, estable y bien construida, la familia como sistema vivo contará con los recursos suficientes para abordar la complejidad de las relaciones.

Todo empieza en esta frase. Una actitud inadecuada (aunque muy romántica) será si nos creemos, respecto a la persona amada, que necesitamos de su amor para sentirnos completos.

El planteamiento adecuado, sano y crecedor  sería algo así: "yo estoy completo en mí mismo. Soy mi naranja entera, me siento pleno en mi amor propio y quiero compartirlo contigo. Si tu estás en la misma situación, ¡compartamos este amor que sentimos!.

De ese compartir, surgirá, "nacerá" la "primera hija", esto es, la "relación de pareja". Desde ese momento, las matemáticas fallan pues 1+1 ya no será igual a 2, sino a 3; un miembro de la pareja, el otro miembro y la relación nacida entre los dos.

Ésta necesitará todos los cuidados y atención posibles. Cada uno podrá vivir sin el otro. La que no podrá hacerlo será la relación surgida.

A continuación vendrán los demás hijos y entonces una clave fundamental, que rara vez se cumple, será seguir alimentando esa relación, que con frecuencia queda "en pausa". Se "olvida" la relación de pareja, incrementándose a tope la relación como padres. Si así fuere, puede comenzar casi imperceptiblemente una cesión del poder relacional a estos hijos y sucede cuando todo empieza a girar en torno a sus necesidades, olvidando las necesidades que sigue teniendo la relación de pareja. En el peor de los casos (cada vez más frecuente), el hijo va ganando en poder relacional, girando la vida familiar en torno a él, pudiendo llegar a convertirse en un chico "dictador" que puede llegar a amenazar y chantajear a sus padres, con tal de lograr el capricho que desee.

¿Cuándo acudir a Terapia?, sencillamente cuando ambos miembros de la pareja no logren solucionar los problemas que les hacen sufrir, tanto a nivel de su relación, como de la relación con los hijos.

En el primer caso, el trabajo se centrará en erradicar lo que no funciona de cada uno y que hace daño a la relación y al tiempo, potenciar lo mejor de cada uno y dar así nueva vida a la relación. La infidelidad, la violencia física o psicológica, los prontos emocionales... nada de ello es realmente el problema, sino el síntoma de algo más profundo, que será lo que haya que solventar en terapia, siempre que el amor siga estando presente, definiéndose este como "las ganas que yo tengo de que el otro (la otra) se sienta amado por mí".

En cuanto a la conflictividad con el hijo, el trabajo se centrará en que los padres recuperen el control relacional. El hijo ha tomado un poder que no puede ni sabe manejar, estrellándose en su propia vida, sufriendo él y haciendo sufrir a los padres. Ese hijo necesita ayuda y esos padres, la necesitan igualmente y ante todo, para ayudar al hijo a salir del embrollo en que se encuentra.

En el "Centro de Terapias y Atención a la Familia", (homologado-acreditado por la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía), trabajamos con una experiencia acumulada de más de 35 años, bajo los postulados de la Terapia Familiar Sistémica. Un equipo altamente especializado (Psicólogos y Terapeutas, Pedagogos y Educadores, Abogados, Trabajador social...), aborda el amplio abanico de problemas que se dan en la familia: adicciones, fobias, ansiedad, depresión, bajo rendimiento escolar, etc, además de los problemas de pareja o con los hijos.

El Centro ofrece terapias de 3ª generación (Mindfulness y Biodescodificación), así como un Programa completo de terapias Naturales (Quiromasaje, Reiki, Flores de Bach, etc.). Además cuenta con un Programa especifico de atención a personas dependientes y otro de Formación en Terapia Sistémica, habilidades Sociales y Análisis Transaccional, para estudiantes y profesionales. El servicio para orientación a padres y profesores de centros escolares, completa la oferta del "Centro de Terapias y Atención a la Familia", que cuenta con tarifas especiales para estudiantes, desempleados y tercera edad.

Miguel Sánchez Zambrano

Publicado en Ideal el 3 de mayo de 2017

 

 

 

 

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La familia cristiana, ¿qué familia?

Si consideramos al matrimonio una fiesta amorosa de dos (...) cuyo símbolo espiritual es la Trinidad, donde Dios es padre, pero no varón, Jesús es madre, pero no mujer, y al Espíritu, también se le niega el género, el rechazo a la homosexualidad, por no procreadora o por su igualdad de género, queda sin fundamento teológico.

Divorcio, homosexualidad y otros "asuntos familiares"serán tratados en el próximo Sínodo la Familia. Pretendo reflexionar críticamente, basándome en las Escrituras y mi extensa experiencia de trabajo, como terapeuta de familia.

La Biblia recoge una increíble diversidad de parejas, familias y relaciones, todas agradables a Dios: así Abraham y Sara permanecen sin hijos hasta el final, Jacob los tiene con sus dos esposas y sus dos esclavas. David mantuvo con Jonathan una relación tal que llegó a expresar a éste "más delicioso me fue tu amor que el amor de las mujeres"(2 Samuel 1,26); Ruth y Noemi viven juntas educando a la hija de ésta... Solo una (en S.Pablo) representa el modelo tradicional: monogamia heterosexual con hijos.

El modelo de Jesús lo cuenta Marcos (3,21-31): Jesús está en casa de Pedro, rodeado por la multitud: Llegaron su Madre y hermanos. Alguien avisa: "Tu madre y hermanos te buscan ahí fuera". Jesús reacciona con esta pregunta: "¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?".

Lo aclara mirando a sus discípulos (su nueva familia): "Cualquiera que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre". Está muy claro la familia que él propone y así formará la suya: un grupo de hombres y mujeres unidos por un fuerte afecto , que cumplen la voluntad de Dios.

A Pedro le pregunta hasta tres veces, "¿Pedro, me amas?". Juan se autodenomina "el discípulo amado"; tanto le entristece la muerte de Lázaro que le resucita. Igualmente, Marta y María forman parte de esta familia. Todos se apartan de la acción procreadora, fundamental en aquella sociedad y en la que aún está anclada la Iglesia Católica.

A este tipo de de familia, abierta e igualitaria, todos tenemos opción, sean cuales fueren nuestras identidades sexuales, pues la procreación queda excluida del modelo del Maestro.

El mismo Dios encarna a Jesús en una pareja en la que ella, María, es virgen y madre soltera, pues concibe sin desposar con José que, aceptando no procrear, adopta a Jesús. Una familia muy singular (nada que ver con lo propuesto, hasta hoy, por la Iglesia), basada en la adopción, o sea, elección por amor, quedando ratificada cuando Jesús en su agonía dice a su madre: "Mujer, he aquí a tu hijo" y a Juan: "He aquí a tu madre".

Jesús no hace referencia al hecho "pareja homosexual estable" (no concebible en aquella sociedad), pero da las claves para hoy poder abordarlo. "Hay eunucos que nacieron así del seno materno" reconoce la realidad de los que pueden amar, sin progresarse (identidad homosexual).

Y esto piensa Dios sobre ellos (Isaías 56, 4-5): "Si los eunucos cumplen mi voluntad, yo les dará algo mejor que hijos. Su nombre quedará grabado para siempre en mi Templo". Abiertamente, la Escritura contradice la creencia popular de que la bendición de Dios es la procreativa.

Su mayor bendición es para quien ame y haga su voluntad. Esto es posible para cualquier ser humano, heterosexual u homosexual.

Por tanto, si Dios bendice las parejas que no tienen hijos (María y Jo.sé), enalteciendo la adopción y declara que para formar una familia, es suficiente "amar y hacer su voluntad" (Mc 3, 35), podemos concluir que la familia homosexual va a ser de su agrado y por tanto bendecida por él.

La Iglesia puede dar un giro a la primacía excluyente de la reproducción en el acto afectivo-sexual, pues se violenta su esencial fin: ser camino de crecimiento en el amor entre dos.

Si el factor amoroso ocupara dicha primacía, podrá aceptar el matrimonio entre iguales, en tanto que el cristianismo no se reproduce por la biología , sino por la conversión.

Si además consideramos al matrimonio una fiesta amorosa de dos, atestiguados por un tercero, cuyo símbolo espiritual es la trinidad, donde Dios es padre, pero no varón, Jesús es madre, pero no mujer, y al Espíritu también se le niega el género, el rechazo a la homosexualidad, por no procreadora o por su igualdad de género, queda sin fundamento teológico.

No deberían los monseñores quedar insensibles al sufrimiento, que dicho rechazo ha causado durante siglos y que la Iglesia ha propiciado con pesadumbre condena.

Su responsabilidad es inmensa. El Sínodo puede mostrar al mundo lo "nuevo" que el cristianismo aporta a la sexualidad humana: 1) Esta supera la genitalidad, pues la unión afectivo-sexual tiene dos finalidades: crecer en el amor y procrear. Ninguna es más importante que la otra y cuando la procreación esté imposibilitada (personas estériles u homosexuales) debemos centrarnos en la que si se da: el crecimiento en el amor, 2) El placer en dicha unión es un don de Dios para ser gozado, no para reprimirlo. No somos estoicos, somos cristianos; 3) El fruto del amor entre iguales no puede ser una nueva vida (de ahí su gratuidad). Su fin solo es más amor sin condición procreadora.

Incondicionalidad y gratuidad certifican su procedencia en Dios. En cuanto al divorcio, Francisco, al modificar radicalmente la nulidad matrimonial, facilita al máximo la formalización sacramental de las nuevas parejas, surgidas tras el divorcio. Hay mucho que resolver y millones de personas están afectadas.

Bastaría con hacer vale el "amaos los unos a los otros", como principio regulador de las nuevas familias emergentes. esta es la Buena Noticia que deseamos oír. El Sínodo tiene la palabra.

Miguel Sánchez Zambrano

Publicado en Ideal el 2 de octubre de 2015

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